“Pido que se haga justicia no sólo por mí, por todas las mujeres que son golpeadas, maltratadas y muertas”, imploró Aidé Nieves Amaya ante el tribunal. Tres horas después escucharía la sentencia: nueve años de prisión por haber asesinado a su esposo, José Ariel Pérez, con una escopeta.
Amaya llevaba dos años distanciada de Pérez el 10 de julio de 2014, cuando lo mató. El crimen se produjo durante la madrugada, luego de que ambos mantuvieran una discusión en la casa de la mujer, ubicada en El Cortaderal, un paraje cercano a la Villa de Leales. En el momento en que el hombre se retiraba, la mujer agarró una escopeta y le disparó dos veces por la espalda.
A lo largo del juicio, Amaya reconoció haber sido la autora del crimen. Pero también aseguró que reaccionó de esa manera porque estaba cansada de la violencia de género que el hombre ejercía sobre ella. Contó que Pérez la golpeaba, la insultaba, la humillaba y golpeaba con un látigo a un hijo varón que había tenido con una pareja anterior para que “se hiciera macho”.
En Tribunales hay tres denuncias contra el hombre, todas realizadas por Amaya. Según relató también en el juicio, en una oportunidad Pérez tomó de rehenes a toda la familia (Amaya, su madre y cuatro niños, uno de los cuales era también su hijo). Esa situación duró tres horas y debió intervenir el Grupo CERO de la Policía para que les permitiera salir.
“Ella le tenía miedo. Pérez tenía una prohibición de acercamiento y sin embargo iba a la casa de Amaya. Había violencia física, moral y sometimiento porque él era una persona dominante. Los chicos se le escondían porque andaba con un látigo”, expuso la fiscala de Cámara Estela Giffoniello en su alegato. Tras recordar las denuncias realizadas por la mujer, agregó: “hay que considerar la situación de la señora Amaya. Todos sabemos que muchas veces pasa que no se les da trascendencia a este tipo de denuncias y después derivan en la muerte, que generalmente es de la mujer”.
Teniendo en cuenta esa situación, Giffoniello pidió que no se condene a la imputada por homicidio agravado por el vínculo, carátula con la que llegó a juicio. Argumentó que, si bien estaban legalmente casados, hacía bastante tiempo que no tenían una relación de pareja e incluso Pérez había sido padre de un bebé de otra pareja, 17 días antes del crimen. “Considero que existen circunstancias extraordinarias de atenuación”, sostuvo la fiscala, y pidió para la imputada una pena de 16 años de prisión por el delito de homicidio simple.
A su turno, la defensora Mónica González de Escobedo también se refirió a las situaciones de violencia de género que dijo padecer Amaya. Recordó el testimonio de la mujer, quien declaró que el hombre la acosaba y hasta la obligaba a mantener relaciones sexuales con él a cambio del dinero para la manutención de su hija.
La noche del crimen -dijo la defensora- Pérez la insultó, la empujó, le tiró del cabello y le torció los brazos. “Cansada de la tortura permanente en su vida, Amaya tomó la escopeta e hizo dos disparos. Ella no provocó este hecho, fue él quien se situó en ese contexto. Ella no quiso llegar a esto, pero el padecimiento sufrido la llevó a esta instancia”, agregó González de Escobedo, al pedir la absolución de su defendida.
Llanto y enojo
Amaya rompió en llanto cuando se sentó por última vez frente a los jueces de la Sala V. María Alejandra Balcázar, Juana Juárez y Fabián Fradejas la escucharon con atención. “No iba a permitir que este sinvergüenza venga a violar a mi hija, a tocar a mis hijos -explicó-. Siendo madre soltera los crié y les enseñé lo que es la vida. A mi hija siempre le digo que nunca se deje pegar por un hombre y a mis hijos les inculco que sean buenas personas. Sé que me merezco un castigo, pero pido que se haga justicia, tengo mucha fe. Ustedes tienen hijos y jamás permitirían que nadie les toque un pelo”, les dijo Amaya a los magistrados, quienes después se retiraron a deliberar.
La sentencia se conoció más tarde. Por unanimidad, el tribunal la condenó a nueve años de prisión por el delito de homicidio agravado mediando circunstancias extraordinarias de atenuación. Tras escuchar el fallo, Amaya se volvió a quebrar y la defensora la envolvió con sus brazos, hasta que las obligaron a desalojar la sala y una mujer policía la trasladó a su casa donde cumple el arresto domiciliario.
Afuera, los familiares de Pérez renegaban por la sentencia. “No estamos de acuerdo, nos parece poco por el tipo de muerte. Ni siquiera hubo pruebas de que él la haya golpeado”, protestaron Rosa y Analía Pérez, hermanas de la víctima. Las mujeres aseguraron que era Amaya quien golpeaba al hombre y que él continuaba acercándose a ella porque lo tenía amenazado. “Ella le decía que si no iba a la casa la iba a matar a la hija, pero acá no nos dejaron decir eso”, agregaron las mujeres, enfurecidas.